La civilización del asfalto.
Hace más de 35 años mis padres compraron un terreno en el Saso de San Mateo a veintitantos kilómetros de Zaragoza. El agua del riego llenaba el aljibe para tener agua, las bombonas de campin-gas iluminaban las noches repletas de mosquitos.
Con los años llegó la luz y el agua pudo fluir con la ayuda de una bomba eléctrica.
Mas tarde el cable del teléfono sin necesidad de prefijos nos comunicaba con la provincia.
Como en la conquista del oeste, crecieron vallas, puertas y hormigón.
Hace 17 años comencé a construir junto a la de mis padres, la casa y el taller, el plan de urbanización ya estaba en marcha.
El agua, el vertido, el ADSL, los contenedores de basura,
Ahora, por fin nos ha llegado el asfalto a la puerta de casa. Mi padre decía que no lo vería, tiene 86 años, todavía lo puede disfrutar.
Ya no tendré que barrer tanto la puerta de la Boutique, cuando llueva solo habrá barro dentro del taller.
Pronto se iluminarán las farolas de las calles, entonces
recordaremos el canto de los grillos, los maullidos de las gatas en celo, el olor de las granjas de conejos, las cagadicas de los rebaños de ovejas, los caracoles corriendo por el brazal después de la tormenta, las escolopendras en el porche, lucios y barbos por el riego, Urkel, el sapo que nos acompañaba cada noche en el jardín, lagartos en la cuneta del camino y serpientes entre las macetas,
La contaminación lumínica llegará para guiarnos hacia casa a altas horas de la madrugada, entonces
recordaremos las noches pasadas tumbados en el césped ante las estrellas fugaces, contando las lágrimas de San Lorenzo, descubriendo la osa mayor, el carro y centauro.
Soñando, soñando y que el asfalto no acabe con nuestros sueños.
Con los años llegó la luz y el agua pudo fluir con la ayuda de una bomba eléctrica.
Mas tarde el cable del teléfono sin necesidad de prefijos nos comunicaba con la provincia.
Como en la conquista del oeste, crecieron vallas, puertas y hormigón.
Hace 17 años comencé a construir junto a la de mis padres, la casa y el taller, el plan de urbanización ya estaba en marcha.
El agua, el vertido, el ADSL, los contenedores de basura,
Ahora, por fin nos ha llegado el asfalto a la puerta de casa. Mi padre decía que no lo vería, tiene 86 años, todavía lo puede disfrutar.
Ya no tendré que barrer tanto la puerta de la Boutique, cuando llueva solo habrá barro dentro del taller.
Pronto se iluminarán las farolas de las calles, entonces
recordaremos el canto de los grillos, los maullidos de las gatas en celo, el olor de las granjas de conejos, las cagadicas de los rebaños de ovejas, los caracoles corriendo por el brazal después de la tormenta, las escolopendras en el porche, lucios y barbos por el riego, Urkel, el sapo que nos acompañaba cada noche en el jardín, lagartos en la cuneta del camino y serpientes entre las macetas,
La contaminación lumínica llegará para guiarnos hacia casa a altas horas de la madrugada, entonces
recordaremos las noches pasadas tumbados en el césped ante las estrellas fugaces, contando las lágrimas de San Lorenzo, descubriendo la osa mayor, el carro y centauro.
Soñando, soñando y que el asfalto no acabe con nuestros sueños.
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Guillermo -