VIII Simposio de Cerámica (5)
Avanzada la semana mis piezas iban tomando forma, forma gracias a mi asistente de lujo, Eduardo Porrini, indispensable para acariciar mis piezas, texturarlas y transmitirles esa energía silenciosa que nunca se acaba.
Eduardo es una de las razones por las que yo estaba allí; amigo y compañero de mis años de estudiante en Barcelona, persona especial.
Nos reencontramos después de treinta años en la calle Combate de los Pozos de Buenos Aires, ni siquiera nos enteramos del frío que hacía, era muy temprano, había viajado desde su ciudad, Mar del Plata, toda la noche.
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